martes, 27 de octubre de 2009

La "burrocracia" de Abruña, hecha realidad



   Hace más de dos años, entrevisté al arquitecto Fernando Abruña sobre la problemática ambiental en Puerto Rico, ya que éste  se dedica a promover la arquitectura "verde" o sostenible en la isla. Abruña me manifestó que, en gran parte, es la "burrocracia" del Gobierno la que impide que muchas de las iniciativas que se tienen desde diferentes foros sobre propuestas para mejorar la planificación y diseño urbano no progresen. Cuando Abruña utiliza el termino "burrocracia" lo hace con un cierto tono de ironía para identificar el precario servicio público en las oficinas gubernamentales.
    Traigo esto de contrapunto para narrar una experiencia que tuve en estos días.Hoy me di un paseo junto con mi madre por una oficina del Departamento de Educación para reclamar el diploma de escuela superior de mi hermano, quien se graduó en mayo de 2009, y aún en octubre no lo ha recibido.
  Desde que se da el primer paso para entrar a una agencia gubernamental siempre hay que registrarse (acuérdense que hay que saber el nombre de todos los que entran, por si acaso entra uno de esos "terroristas", como llamó Rodríguez Emma a varios puertorriqueños). Luego la recepcionista baja su cara al vernos en señal de "no te me acerques". Si se digna en atenderte querrá salir rápido de tu pedido así que sin haberte escuchado te envía a su piso favorito en la agencia. Tomas el ascensor, abre la puerta en tu piso, y sólo hay puertas y más puertas sin nombre. Entonces preguntas en la primera que encuentras abiertas y te contestan que lo que buscas no es en ese piso, sino en otro. Más tarde, te das cuenta que no era en ese tampoco. Cansado de no recibir respuestas regresas a tu punto de partida, recordando tu travesía por cada rincón de la agencia. Te rindes. ¿A quién no la ha pasado esto al menos una vez en la vida?
   El problema se agrava aún más cuando éste se extiende a las zonas privadas. Por ejemplo, en tiendas de centros comerciales reconocidísimos. Aún con la crisis económica que sufrimos, algunos vendedores simplemente no les interesa hacer su trabajo que se supone sea servir al cliente.
   Hace un mes fui a comprar un bizcocho para celebrarle las 50 primaveras a mi padre. Estuve por un largo rato tratando de escoger el indicado, según mi presupuesto. En todo ese lapso de tiempo, la empleada nunca se dirigió a mí para recomendarme alguno. Sin más remedio escogí por mí misma el que más me gustó y pasé a pagarlo. Estuve un largo rato parada frente a la empleada, quien decidió ignorarme por completo. No podía atenderme porque saben, estaba realizando una llamada por su teléfono móvil, y además su novio, quien trabajaba en un quiosco contiguo al suyo, se le acercó a darle "cariñitos" y hacerle conversación. Llegó el momento en que me cansé del espectáculo y me dirigí a ella verbalmente para que me atendiera. Su respuesta fue un "¿Còmo?", como si casi fuera transparente frente a su mirada. Al entender su gesto de indiferencia, dirigí unas palabras sobrias, y comencé a tratarla como ella lo hizo conmigo. Sé que no debemos dirigirnos de esta forma a los demás, yo no acostumbró a hacer ese tipo de acercamientos. ¡Los detesto! ¿Pero, saben qué? La chica me atendió rápidamente y pude salir de su atmósfera de impertinencia. ¡Qué nos pasa Puerto Rico? ¡Pilas, Pilas!